martes, 31 de mayo de 2011

ENTREGA DE LOS PREMIOS CHARCOLIVE DE POESÍA



El pasado 26 de mayo se hizo entrega, en la sala Tipos Infames de Madrid, del I premio de poesía Charcolive. Aquí teneís una foto de grupo con los patrocinadores, los miembros del jurado, los premiados y los finalistas (entre los que tengo el orgullo de estar).
A continuación, las poesías ganadoras y finalistas. Espero que disfrutéis de ellas.



Primer Premio
Luis Felipe Comendador
Y en el sueño

tregua de los trenes que son los cuerpos apretándose,
la caricia sin manos posibles,
la arena en off de una voz hecha astros,
las arterias descalzas de unos senos,
el impudor de lo intacto e inasible,
el cubismo asfixiante de la pesadilla,
la lumbre que no quema ni ha aprendido a agotarse,
las muertas caminando hacia ti como relámpagos,
las hembras imposibles que habitan la vigilia,
unos hombros,
la ceniza blanca del farol que llevas en la mano…
y pantanos, y desazón, y angustia, y sudor frío…
REM…
El cuerpo se resigna y se voltea,
y es vejiga de felpa la boca,
y hay ceguera de cíclope junto al hueso de alabastro,
y te notas más huérfano que siempre…
 
REM…
Unos ladridos te hacen ser la cóncava pared del eco
y un tranvía de fiebre te lleva a lo profundo,
y allí no queda espacio para alfombras ni libros,
y tu voz es mugido y resulta agradable,
y no hay tregua de insectos,
ni proporción,
ni sombra suficiente para sus habitantes.
El sueño es como un trote de olvido que te asoma a la muerte,
pero solo te asoma,
y luego retrocedes hasta el cuerpo
que es capaz de las vísceras,
y te instalas en él aunque no quepas,
y lo acentúas como a algunas palabras especiales,
y lo yergues,
y sientes en tu boca el acre sabor de la muerte menor,
del abandono.

 

Segundo Premio

Roberta Anna Parisio

Noches de nuestros siglos
Entre el clic de la luz y el comienzo del sueño,
hay un rincón donde se amontonan las figuras de un belén:
la mujer degollada, de pie, con la cabeza en la mano,
el recién nacido, nunca nacido, en la cuna de los desperdicios,
el suicida que se pega siempre el mismo tiro, ensayo y error.
Entre el clic de la luz y el comienzo del sueño,
hay una estantería con sólo un libro de contabilidad:
el número de gotas de agua que no beben los que tienen sed,
las cifras que no escriben en las paredes los que no tienen casa,
los beneficios que no cobran los que son comprados.
Entre el clic de la luz y el comienzo del sueño,
hay un cuadro donde se mezclan los colores:
arriba, el naranja y el violeta de un hongo japonés,
en el medio, el gris y el púrpura de un puente en los Balcanes,
abajo, el azul y el verde de unos diamantes africanos.
Entre el clic de la luz y el comienzo del sueño,
se fraguan las pesadillas del día siguiente.
 


Tercer Premio
Rodrigo Cueto

Segismundo
Es costumbre que el humo apague la televisión
y detenga en un fotograma el titular:
el dormitorio ha sido tomado por los ausentes.
Mi mano en el buzón no encuentra su correspondencia,
la llave sigue en el bolsillo y la mirada sobre la cocina.
Salgo a la calle con mis zapatillas de paño
y el albornoz que me regalaron sin pedirlo,
reconstruyo el disfraz de Segismundo
sobre este once de octubre que no quiere terminar.
Cuando paseo con mi padre por la huerta
recuerdo porqué las bicicletas son el medio de transporte psicoanalítico
Oigo la voz de la estatua cuando avanzo
y tropiezo con esos tres días que me persiguen,
el techo está mucho más lejos a las dos de la madrugada.
Y por fin invento la radio,
un sol menor
la hora prevista
que la M-30 tiene tráfico lento en el nudo Manoteras
que el presente es un dios y no un sustantivo.


FINALISTAS
(por orden alfabético)


María José Cortés

El sueño
 Despierta el día
 en la hora en que va a lo alto la achicoria,
después de las espaldas y sus púas,
antes de la caricia saliva de lamprea.
Cierra los ojos. Así empecé
a soñar.
El primer día de colegio, los zapatos verdes en la fila,
el juego de las manos invisibles.
Siguió el despertar de las cadenas
que arrastran en la noche, los pasillos,
un sueño de cadáveres hermosos
coronados con enaguas,
el desalojo de la infancia sobre una cama de hospital.
Al comienzo de mis muslos sueñan, otro sueño,
la huella hora de los sellos,
el paspartú doblado sobre el patio,
el adagio que siega la disciplina del reloj.
 


Loren Fernández

Sueño Lejía

El despertador agujerea la madrugada
con un goteo de lejía en mis sienes.
Tarde siempre. Siempre demasiado tarde.
El ejército de carritos, garrafas de lejía y aguafuerte, mujeres azules
(palo y guedejas que cualquiera podría hundir y escurrir en un cubo)
me mira acusador.
La encargada inicia el ritual,larguísimos dedos de caucho que arrancan el pan de las bocas.
Palpo su odio de intenso sabor a lejía que me separa los labios y vierte
ese chorro inagotable de lejía
que me limpia y me carcome.
Despierto
con la lengua arañada de gritos,
y en la cocina bebo el vaso de ginebra y lejía
que me ha servido tu fantasma.
Te abres la bragueta y no hay preguntas.
Hasta el fondo de la garganta
un sabor de lejía y de limones podridos.
Tú tienes que lavarte los ojos con lejía
para mirarme siquiera,
mi perramada.
Y me ahogo con la arcada de lejía que vomita tu miembro.
 
Despierto
con golpes en la pared de la habitación pequeña.
Dentro huele a vejez y a orines rancios,
por más que rocíe lejía, como un exorcismo, sobre el amasijo oscuro que respira al fondo
del cuarto.Qué dolor, hijamía,
siempre costras, lejía y cuervos.
¿Se fueron ya los cuervos?
¿Me sacarás los ojos?
El sintrom, el enantium, el cortisol, el espectrum,
caramelos de colores se deshacen
en un vaso de lejía.
Bebe, madre, bebe.
Me arrugo a sus pies como un turbio gusano
y vierto los posos de lejía en mi oído izquierdo.
 
Despierto.
Huelen a lejía los cuervos, las braguetas, las agonías, el sueño, el dolor de brazos infinitos,
el armario de la terraza donde se derrama la última botella de lejía.
Cae lejía a chorros sobre el terrazo, la barandilla, el vacio,
gotea hasta el patio donde los yonquis desahuciados se chutan con lejía.
Resbalo blandamente sobre el charco de lejía, la barandilla, el vacío.
Caigo cada vez más ligera.
Las terrazas se convierten en un bellísimo caleidoscopio de ladrillos y sábanas tendidas.
El aire no huele a lejía, sino a oxígeno recién curtido.
Las baldosas del patio se aproximan.
Esta pesadilla será la más hermosa.




Ángela Martínez
Pesadilla
en el cuarto de zapatos hay un niño tocando el violín como si no cayeran bombas
si no puedo escupir letras ni caricias ni el aliento de una cena copiosa ya pueden avisar para
el trasplante de mis órganos
no tengo nada más que declarar mientras no me despierten las alarmas de ambulancia
adquiriendo forma de pez a medida que mis bronquios se parecen a las ramas de los
árboles he dejado el humo por si aún hubiera algo de oxígeno que llevarse al pecho
estoy anfibia y serpiente como una amante sin abrazos
os dije que se hartarían de vicio los hambrientos
que estallarían los volcanes y que los aviones
del enemigo romperían los truenos las noticias
como un periódico de envolver carne
que una plaga de helicópteros harían del mundo desperdicio igual que una munición de
excrementos de paloma
y aferrados a los bordes de un piso hipotecado y las esquinas huesudas de la cuenta
bancaria
creísteis que la lluvia de inmigrantes podría volverse radioactiva
ahora todo es un final de fiesta
con las calles llenas de confeti carne perdida y fusiles vomitando de resaca
sabía que si me iba a dormir no volvería a amanecer



José Antonio Rodríguez Alva

Insomnium
Hamlet es un idiota
me repito cansado,
habitando los colores más crueles,
primero los de papel de periódico
para a continuación
dormir despierto o breve.
En mi insomnio hay alguien que está llegando
y que se esconde en las bragas sucias,
que me escamotea los años felices,
a todas las mujeres en los cómics.
Dentro del insomnio los generales
mueren solos y con su gloria envueltos
tras las salvas, mal nutridos de himnos
me miran decepcionados, sonríen.
Cuántos dientes sobre las olas muerden
los días de levante, levantando
prisiones para los pechos inciertos,
para los lobos marinos que aúllan.
Breve es la noche del amante torpe
abrazado a su sombra, y sin límites
la del postrado que se goza solo,
su oficio en tinieblas, su quehacer blanco.
Dejad a los perros ladrar, señor,
señora, apostatas de columpio,
fornicadores de agua de valencia
venid a mis brazos, ¡tengo tanto amor!
que os amo por vuestro ladrido incluso
que os amo, cuánto cuando.






Así de contentos nos fuimos con la almohada que nos regalaron los organizadores: la auténtica almohada Charcolive, cuyo interior está hecho de huesos de aceituna. Sí, sí, como te lo digo. Y se duerme bien en ella, palabra. Tiene un algo de rumor de hojas en el campo cuando le plantas la oreja encima. Muy poético, oiga. 
Una tarde de poesía y buena onda que terminó con un buen vino español (cómo no), con sushi (¿a que no os lo esperábais?) y con muchas ganas de seguir participando y de compartir versos.


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