sábado, 15 de noviembre de 2014

"LA PIEL ENCENDIDA" de Juan Besada



El pasado día 6 se presentó en Santiago de Compostela el nuevo poemario de Juan Besada, “La piel encendida”, editado por Cuadernos del Laberinto.


Después de la intensa voz social de su “Para no sufrir amnesia”, esa voz se vuelve ahora íntima, con la misma intensidad, capacidad de emocionar al lector y personalidad poética.


Juan Besada y Manuel Quintans
El poemario consta de 14 poemas y una “addenda”, que son en realidad un único poema, un largo y detallado recorrido por el cuerpo amado, paso a paso del nacimiento del deseo hasta su culminación, momento a momento del encuentro entre dos pieles encendidas por ese deseo que es como una madeja que se desovilla lentamente, sin prisas porque “hay mucho tiempo para ser feliz”. Cada poema explora una faceta y va ensayando con distintas métricas para adaptarse a lo que busca transmitir. La piel se convierte en un paisaje por el que no solo caminamos, sino que podemos ver, oler y tocar.

Maravillosa la capacidad de Juan Besada para conseguir esto, y para hacerlo con ese equilibrio entre lo lírico y lo concreto y para imaginar y transmitir tantas maneras de desovillar el deseo en “La piel encendida”. Relatar el viaje a través de la pasión, con la meticulosidad de quien intenta guardar lo efímero para que viva, al menos, en el recuerdo.

 

En palabras del propio poeta:

 “Me encanta pensar en La piel encendida como un viaje místico en el que el protagonista es el deseo empeñándose en memorizar cada instante y cada elemento del paisaje que recorre persiguiendo la fuente que lo alimenta. Y no es mi deseo particular este protagonista, el mío personal y único, sino el que,  por decirlo con palabras de Elena Orive en el prólogo, “es el motor de casi todas las historias en Literatura, el motor de nuestras vidas”.

Y aquí os dejo con una pequeña selección de versos, para abrir boca…

 

I

Ovillo mi deseo

lo coloco en tu vientre

justo en ese lunar bajo el ombligo

y comienza la hora de la desdevana:

al principio con aparente pereza

pues se desovilla muy despacio el deseo

deslizándose por la piel

rozando apenas los contornos de tanta geografía

entre los árboles de la selva ignota

recorriendo los costados

dibujando la cintura

extendiéndose por el valle que descubre

para iniciar

ya descansado

la ascensión de la primera cumbre rosada

y busca el sendero

y se detiene

y se sienta

y mira

y quiere comerse todos los olores

y es entonces cuando juega el hilo a devanarse

de nuevo

y retrocede

teme no haber reparado lo bastante en algún matiz

del aire

en una vibración concreta del aire

que al tropezar con la piel

iba tejiendo una música

que antes no existía

y acerca el oído

y descansa de nuevo

hay mucho tiempo

para ser feliz

 

IV

Resbalando por la miel

encendida

de tu cuerpo

mi deseo se estremece

tiembla y se ovilla

quiere apretarse

para tomar impulso

respira

alcanza el hombro

se sienta

sabe esperar

siempre hay tiempo

observa los pormenores

para seguir añadiendo

elementos a su memoria

y otea

en el horizonte

la ceja

de donde viene

se desliza

retrocede

vuelve a esperar

no se decide

divisa el cuello

calcula la distancia

se voltea y atisba

en lontananza

el ojo de un poro abierto

del ojo asciende una duna

diminuta

y en la duna hay una garza

de plata

un su güello resplandece

cuando el otro es el que guiña

y se decide por fin

comienza a desovillarse

se desliza a ras de piel

llega hasta el ojo

alcanza el médano

husmea

trepa

y al coronar la duna

huele otro ojo

y desciende

y al llegar a la abertura

se detiene otra vez

para cubrirla despacio

con la yema de su dedo

y es entonces

cuando de duna en duna

comienza

esta danza suprema

de mi deseo en tu piel

VII

Para poder guardar el claroscuro

adentro del arcón de su memoria

el que traza la luz con el follaje

de la rama del tilo que da sombra

a tu mano a tu brazo y a tu codo

mientras la brisa esparce los aromas

y recorre tu piel acariciándola

y el abrazo del aire con las hojas

se dispone en la entrada de su oído

mi deseo se ovilla y es por eso

porque quiere alcanzar tus humedales

sin dejar el sendero en el olvido