jueves, 28 de julio de 2011

FIN DE CURSO

¿Cómo va ese verano? ¿literariamente productivo o vacacionalmente desparramado? Ambas cosas vienen bien. Así que, para cerrar el curso (que no las ganas de escribir) os traigo este poema, especialmente dedicado a mis compañeros poetas, a una noche de fiesta fin de curso; a esas extrañas y sorprendentes noches de verano en las que se viven tantas cosas y se cruza uno con tantas historias. Mantened los ojos abiertos: tal vez de ahí surgan imágenes o narraciones con las que alimentemos el fuego en el largo invierno.


NOCHE DE VERANO



 

Comulguemos los dones de la voz y la tierra

sangre de los tres reinos

la cruz del peregrino

el bisonte polaco

la espumosa tregua del estío

lazos de blanco viento

ideas que cambian de camisa entallando sílabas

abanicos que levantan el vuelo de poemas inconclusos

la impudicia escarpada de tus pezones

el enjambre de rimas que  circunda

tu pródigo perfil con nombre de reloj francés.



Devoremos la noche

que nos secuestra por las tiras de las sandalias

descerraja pitilleras y vacía armarios

eres una diosa griega envuelta en algas marinas

y yo la lechuza de ojos sin párpados

dejadme una tregua mínima

para descifrar las líneas de los adoquines con mi nuca jardín de hierbas africanas

si las sirenas te arrancan de este mar noctámbulo

te rescataremos mañana

esta noche

una pupila amarilla de cejas vegetales nos observa

huiremos a la sombra de las farolas

donde los muchachos de rizos blondos descorchan tus poemas

y los beben en cráteras de encarnado filo.



Bebamos la sal de los bares

el rito del escocés que licua las razones

el girar de la botella tiránica que ordena la danza de las lenguas y la fraternidad de los cuerpos

nos mostramos las marcas estelares nos reconocemos

niños que navegaron astronaves de cartón piedra

que emigraron a la noche con el disfraz de siglo

para no morir a los treinta

satisfechos y circulares como peces de granja.



Consumemos el secreto

hasta que se cierren los hangares nocturnos

y las caderas se derritan etílicas y sincópicas

porque han cerrado el Sol y sus iniciados

barren del sótano pringosos restos de cristal y desmemoria

antes que el día nos ciegue.



Compartamos heridas

que el alcohol ha esterilizado a tiempo

que finjimos enterrar entre los versos y las horas

repartámoslas generosas y salvajes

la Gran Vía es un río que se derrama en la arena de Tarifa

no recuerdo dónde puse mis piernas metálicas

cómo regresaré

en el viento Levante hundo mis pies innecesarios.



Hemos comulgados tantas vidas

como arenas tiene la noche.