miércoles, 21 de marzo de 2012

INGREDIENTES PARA COCINAR PERSONAJES VIVOS. ULISES


Hay personajes que parecen más reales que sus propios autores. Por ejemplo, ni siquiera sabemos sí Homero realmente existió. Y aunque muchos hagan sesudos estudios al respecto, poco nos importa al fin. Lo que de verdad cuenta es que él, o un colega suyo, ha creado uno de los personajes más famosos, vivos y modernos de la Historia de la LiteraturaULISES.
¿Moderno? ¿Cómo se puede decir tal barbaridad, si su historia tiene más de tres mil años, y se escribió hace veinticinco siglos ?
Porque Ulises tiene la primera característica que necesita un personaje vivo: HUMANIDAD, cercanía
a nosotros. Aunque nos separen de él tantos siglos, podemos ponernos en su piel con facilidad.  Y eso
que, a simple vista, parece que tenemos poco  en común con él. Aproximadamente la mitad de las
personas que nos encontramos en este blog no somos hombres, seguramente ninguno es griego, y
espero que nadie haya visto un gigante con un ojo en la frente.

Sin embargo podemos comprenderle, porque nos creemos sus motivos y acciones, porque le vemos
reaccionar como a un ser humano, y porque no es un personaje de cartón, un héroe perfecto, sino una
persona con contradicciones, con virtudes y defectos, como cualquiera de nosotros.

Por ejemplo, sabemos que es bravo en la batalla y a la hora de enfrentarse a los problemas. Pero en ocasiones le acomete el miedo, y no lo oculta. Ya en la Iliada nos muestra ese sentimiento tan humano, cuando dice:
“¡Ay de mi! ¿Qué me ocurrirá? Muy malo es huir temiendo a la muchedumbre, pero peor aún es que me cojan”

Si sabemos que, unos versos antes, uno de sus compañeros ha salido a la batalla diciendo que, ya que es mortal, prefiere morir joven, pero gloriosamente, que de viejo, vemos el contraste tan grande entre otros héroes y Ulises.
En segundo lugar (y atención, porque es otro de los ingredientes del personaje vivo), vemos en la Odisea que, como a cualquier ser vivo, le cambian los años y la experiencia vivida ¡No puede uno vivir una Odisea y quedarse como si tal cosa!
No son iguales el Ulises que sale victorioso de Troya y se burla del dios Poseidón, que el Ulises que llega a la isla de la ninfa Calipso, ya casi al final de su viaje. Digamos que se le han bajado un poco los humos. Ha aprendido que lo que no se puede conseguir por la fuerza ni con astucia se consigue quizás con perseverancia.
Cuando la ninfa Calipso se enamora de él y le retiene en su isla ¡siete años!, Ulises no se resigna a vivir en aquel lugar, aunque parezca el paraíso, pero tampoco se pone a maldecir a los dioses, como habría hecho antes, ni se convierte en un amargado, como haría quizás otro héroe más inflexible.
Ulises disfruta de todos los placeres de la isla, y por las noches se da un revolconcito con Calipso. Ahora, eso sí, por la mañana, cada mañana durante siete años, subirá a lo más alto de la isla a llorar (¡porque Ulises llora!), mirando el mar, en dirección a Itaca. Es como si dijera a Calipso y a los otros dioses: “que quede claro que no estoy aquí por mi gusto, que yo sigo empeñado en volver a Itaca”. Hasta que los dioses le dejan libre para volver a Itaca... ¡Siete años oyendo llorar a Ulises deben de ser muchos años, hasta para los dioses!

Este amor a la vida y esta capacidad para adaptarse a todo son parte de la personalidad de Ulises. Y es que Homero nos ha mostrado estupendamente la personalidad  de Ulises.

Vemos, por ejemplo, que su principal valor no es la fuerza, sino la inteligencia (lo cual le hace también más moderno, más atractivo para nosotros). Es astuto, tanto para ser prudente, dar consejos y tener buenas ocurrencias (como la del caballo de Troya), como para engañar a sus enemigos si se da el caso.

Procura dominar sus impulsos, porque sabe que en las situaciones desesperadas puede ser más útil un buen plan que una espada. Así nos dice, en la Odisea, cuando están atrapados en la cueva del cíclope y éste comienza a merendarse a los compañeros de Ulises:
“Al momento me di yo a pensar en mi espíritu altivo en llegarme, sacar del costado la aguda cuchilla y clavarla en su cuerpo entre el pecho y el hígado, luego de palpar con la mano; otro impulso detuvome entonces, pues hubiéramos muerto nosotros también sin remedio, incapaces de alzar con los brazos la piedra terrible que él dejaba en la gran abertura cerrando la cueva”.

No hay problema. Confiamos en Ulises. El  va a tramar un buen plan para dejar ciego al cíclope y escapar con sus amigos.

Recapitulando, hemos visto que Ulises nos parece tan vivo porque se comporta como un ser humano: tiene motivos claros, contradicciones, cambia a lo largo de su vida, y tiene una personalidad propia.

Y eso que Homero sólo disponía de palabras para definirle: porque, si pensáis en ello un poco, os daréis cuenta de que sólo conocemos a Ulises a través de lo que hace y dice: por ejemplo, a través de lo que piensa en una batalla, de lo que hace o no hace con Calipso, de lo que dice, calla o miente al cíclope, vamos descubriendo que tiene una forma de actuar, una visión del mundo y rasgos psicológicos propios. En resumen, una personalidad, que es el tercer ingrediente para cocinar un personaje con vida.


lunes, 12 de marzo de 2012

BIOGRAFIA



He visto nevar en mayo
y amanecer en Lisboa,
desaparecer silenciosamente a las taquilleras del metro,
a los afiladores
y a la abuela que dormía en el regazo de mi madre.
Me voy acostumbrando al siglo
como me acostumbré a mis primeros tacones,
a masticar las aspirinas
y a que el amor duele.
He hecho amigos eternos en la cola del paro
para acabar perdiéndolos en el oleaje amarillo
de la guía telefónica.
Me estremece la alquimia del melón maduro
y de algunas bocas que ya han muerto.
Recorto fotografías de cometas para un diario
y hojas de castaño para trenzar una sudario reversible
y que el otoño no me sorprenda de nuevo
aterida y desnuda.
He sobrevivido a todas la Navidades.
Me sublevan el charol viscoso de los rascacielos
y las raíces tortuosas de las favelas.
He buscado mi imagen en los espejos de las ferias,
en el diván del optimista por horas,
en vuestros verbos,
hasta reunir los trozos de ese puzle
cuyas piezas nunca encajan.
Tan mía, tan llena, tan abierta.
Por primera vez
tengo miedo de aquellas larvas que en la cuna me inyectó la mosca de la carne
y que juraron devorar mi boca algún día.



sábado, 3 de marzo de 2012

DE DÓNDE SACA SUS IDEAS GARCIA MÁRQUEZ


"Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía habría de recordar aqella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo".

¿De dónde sacan los grandes escritores las ideas para sus obras? García Márquez nos cuenta cómo una imagen se convirtió en uno de los comienzos más famosos de la literatura:

"La primera idea que tuve yo de Cien años de soledad fue la imagen de un viejo llevando a un niño a conocer el hielo. El hielo era una curiosidad del circo, porque el pueblo era terriblemente caliente, donde no se conocía el hielo, y entonces el hielo venía como viene un elefante o como venía un camello. En Cien años de soledad  aparece esa imagen del viejo llevando al niño a conocer el hielo, y fíjate que el hielo está en una carpa de circo y hay que pagar entrada y todo. Alrededor de eso se fue construyendo el libro. En cuanto al contenido, el argumento, yo no tuve ningún problema: era parte de mi vida, en la que yo había estado pensando siempre: tuve simplemente el trabajo de armar todo eso y estructurarlo".

También nos cuenta cómo sus relatos suelen también originarse en una simple imagen:

"Una imagen visual. En otros escritores, creo, un libro nace de una idea, de un concepto. Yo siempre parto de una imagen. La siesta del martes, que considero mi mejor cuento, surgió de la visión de una mujer y una niña vestidas de negro y con un paraguas negro, caminando bajo un sol ardiente en un pueblo desierto. La hojarasca es su viejo que lleva a su nieto a un entierro. El punto de partida de El coronel no tiene quien le escriba es la imagen de un hombre esperando una lancha en el mercado de Barranquilla. La esperaba con una especie de silenciosa zozobra. Años después yo me encontré en Paris esperando una carta, quizás un giro, con la misma angustia, y me identifiqué con el recuerdo de aquel hombre".

Sigamos, pues, la sugerencia de García Márquez, y tengamos los ojos bien abiertos a esas imágenes que sugieren todo un mundo, que estimulan la imaginación, que nos abren las puertas a esa historia que está esperando que nosotros la escribamos.