He leído estas reflexiones sobre la tarea de escribir del poeta y crítico literario JORDI DOCE. Espero q las encontréis tan interesantes como yo.
"Al escribir apartamos de la vista la muerte. No la olvidamos (tal vez escribimos sobre ella o tratamos de desentrañar su naturaleza), pero en cierto modo la obviamos, nos sustraemos a su presencia. La escritura nos deposita en un tercer tiempo que no es ni vida ni muerte pero que las abraza y subsume. De ahí la momentánea tristeza, el acceso de cansancio desesperanzado que sigue a la página escrita. Volvemos a ser mortales, volvemos a sentir el peso gris de la carne."
"Robert Graves explicaba en una carta que, al escribir, era capaz de percibir el vuelo de una mosca o el ruido de unos pasos anónimos al otro extremo de la calle. En los instantes de escritura los sentidos se hallan sumamente alerta. Todas las antenas se han desplegado, nuestros nervios se hayan literalmente de punta, pero a la vez hemos dejado de ser cuerpo, no lo sentimos, acogemos su información como si fuera de otro, gravitamos o levitamos en el aire y a menudo parece (exageración que esconde una verdad profunda) que nos hemos desdoblado, de modo que es posible vernos escribiendo mientras escribimos, ser a la vez el escritor y lo escrito."
"Conviene saber cuándo estamos ante un ejemplo genuino de inconformismo, de disgusto con la propia obra, y cuándo ante una inclinación no menos peculiar a ver más verde la hierba del vecino. Lo que hace el otro siempre parece más lúcido, más lleno de mérito, por la sencilla razón de que desconocemos la trastienda, el humilde armazón de alambres y madera que lo sostiene; surge ante nosotros armado de pies a cabeza, como Atenea, y de inmediato nos arrastra a una guerra que no es la nuestras y en la que corremos el riesgo de perder el poco afecto que aún sentimos por nuestras cosas."
"Siempre estaré más cerca de los escritores para quienes el hecho de escribir supone al menos una alegría física, instintiva, casi animal, como la de un niño saltando las olas o dejándose llevar por el entusiasmo de la carrera, jugando con una fuerza que no sabe cómo agotar. Esa ligereza, al cabo, su facilidad para ir de un estado a otro, de la risa al llanto, del juego a la hosquedad. Como Dickens, que lloraba y reía con cada quiebro de la acción, y a quienes sus hijas oían desde el piso de abajo decirse en voz alta los diálogos de sus personajes."
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