martes, 2 de noviembre de 2010

CUENTO CRUEL PARA ESTOS DÍAS DE HALLOWEN

DIENTES Y TRUEQUES

Cuando el padre de Dani era un chiquillo
visitaba el Ratón las almohadas
un día tras un día, una, otra noche,
cambiando cada diente, calcio tierno,
por muñecos de párpados inmóviles,
monedas que no brillan en lo oscuro,
el autómata loco del bazar,
el puzzle interminable, esperanzas,
gominolas de nube, fruslerías.

                                                       ¡Y a cambio del primer triste colmillo
                                                       Dani tiene una bici japonesa!
“¿Le estamos educando, o sea, bien?”
La madre se oye, reza, aprende taichi;
el padre oye llover, él se hace cargo:
se llama Fermín Pérez (desde niño).
Guarda en bolsas del híper, bajo el césped,
los billetes azules y morados
para estas contingencias y otras varias.

No malcría: negocia sentimientos.
Se divierte Fermín Pérez (¡qué chico!”)
descubriendo el botín trans-almohada:
premolares, caninos suficientes
para equipar algunos cocodrilos;
En mayo, una postiza dentadura
con restos de masilla y fresco sarro;
En julio, la mandíbula mohosa
de un caniche canijo y tal vez bobo.

Dani sonríe al padre (¡el angelito!)
En su boca tan sólo mella y media.
Tiene ya play, nintendo, PDT, IPOD;
traje de spiderman con deyectores
de tarántulas hembras charoladas;
dos pardillos que sorben bien sus mocos
y de mates y science se examinan.
Quiere unas vacaciones en Disneyland
con la Bella Durmiente sin pijama.


Agosto, primer sábado, a su padre,
¿qué dolor tan intenso le despierta?
los encéfalos le abre, la quijada…
y un sabor a grumosa sangre púrpura.
No se atreve a lamer el hueco, allí,
donde siente que fluye el hueco, central,
derecho, superior, de su incisivo.
Ni a cerrar los ojos.
Ni a abrir la puerta.

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