sábado, 14 de diciembre de 2013

"CICATRICES DE ASFALTO", de MARIA JOSÉ CORTÉS



La pasada semana se presentó en el Ateneo de Madrid el nuevo poemario de María José Cortés, "Cicatrices de Asfalto", editado por Cuadernos del Laberinto. Un libro bellamente editado y que encierra todo el hondo lirismo, el dolor desnudo y contenido, la inteligente mirada hacia el común de lo humano y la técnica literaria, sabia pero sin artificios, de esta estupenda poeta.
En algunos de estos poemas será la propia ciudad, el barrio, las casas de la ciudad, ese asfalto que cicatriza, el escenario del que surge el verso, en otros, los objetos y situaciones más cotidianos, los recuerdos a veces traumáticos de la infancia, las ausencias que no cesan. Y, siempre, la habilidad para jugar con la palabras y descubrir tras ella significados y realidades ocultos.


PRINCESA


Los recuerdos redolan
en coches la Plaza de los Cubos un mendigo
los recuerdos se ponen la máscara de dios
en los cines Renoir
los recuerdos quedan presos en anuncios por palabras
tras el café compartido
que interroga la garganta de aquella espera.


DE NIÑA, ERA MALA

De niña, era mala
pero no lo sabía.
El pelo de tu padre.
Ya he dicho que era mala
quizás por eso
empecé a jugar a ser invisible
llegué a ser tan buena en este juego
que al recreo bajaba solo mis bufanda.
Aquél día deseo
coger las mariquitas
quizá porque tenían el color
de los semáforos o porque creo
que también saben ser invisibles.
Las guardé en una caja
de esas que se ríen.
Y di la razón a mi madre, por primera vez.

LOS AUTOBUSES

Los autobuses pasan llenos de madrugada
en esa hora en la que aún las calles no han sido
puestas por la luz.
Los autobuses, de madrugada, pasan con su voz
bronca
como si no hubieran tenido tiempo de tomar el primer café
o les doliera el estómago lleno de gente.
Lo sé, yo he viajado en esos autobuses
los años que llenan la madrugada.

LOS PÁRPADOS

Los párpados se resisten
a las insinuaciones de la luz
dudan de la resurrección de la sombra.

APOLOGÍA

Habría que hacer una apología de los gestos sencillos
de los que se dejan ir a lo ancho de las horas:
he matado una araña sin duelo
me despierta un minuto al tocarme
publico un poema, olvido los versos
recibo una carta, sabe mi nombre, le cuento las sílabas.
Doblo las cosas que nunca te digo
sacudes reproches, me pongo el silencio.





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