domingo, 2 de febrero de 2014

EN MEMORIA DE FELIX GRANDE


Félix Grande, tal vez el mayor poeta español que aún teníamos entre nosotros, falleció el pasado viernes. Como despedida a un poeta, nada mejor que su palabra de poeta. Carnal e intensamente unido a la vida en sus versos, no da su ungüento de poesía donde nos recuerda lo inmediato, lo intenso, lo eterno de la palabra: haberla paladeado, devorado, vivido. Como la vida.
No muere mucho quien vivió tanto.



DAME UNGÜENTO DE CARNE, LOBA

La prisa despareja con que miro tu piel

la premura apretada con que altero tu cuerpo

y este desasosiego en que empapo mi lengua

para hablarle a tu carne y lamer a tu voz

son como ávidas gotas de estaño compasivo

que busca aminorar las grietas de la muerte


La planta de la edad nos chupa nuestros días

abriéndose como una flor negra, abominable

y en este esplendor de hoy se oculta la simiente

de una desposesión calcinada y perversa

como la del desierto. En el calcio del tacto

hay una lenta caries que nos invade desde

el fin aterrador del tiempo y de la vida


Presuroso y perdido unto en mí tu persona

y soy un bulto de hombre y de loco y de perro

que corre por tu cuerpo y a la vez por un túnel

despavoridamente lamiendo en las tinieblas




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