miércoles, 9 de noviembre de 2011

PERRO DE SOMBRAS




 
Tengo un perro de bolsillo
lacio, líquido, lánguido
inútil, incoloro, invertebrado,
como una viuda virgen
como la silueta de los aviones en el desierto.
Tengo un perro que cabe
en una pregunta monosílaba
en el vientre de una zapatilla
en la boca del gato
en el cuenco de las aceitunas.

Tengo un perro sin nombre
que se pierde los lunes entre la ropa sucia,
que se evapora en agosto
y se licúa en marzo
y a quien un carnicero calibra mientras duerme.

Tengo un perro que ladra en si bemol,
rizo de pájaro y perseverancia de río,
virtuoso, inaudible,
levantando un coro de bisagras de joyero,
de pestañas batientes, de memorias.

Tengo un perro festín de iras,
paño de lágrimas.
Las viejas le atropellan con sus andadores
las hormigas le desuellan el rabo
los niños le babean las orejas
las arañas tejen seda entre sus patas.

Nadie le toma en serio
ni le confiesa sus fantasías de psicópata
ni le invita a café
ni le regala corbatas
ni le elige en su bando para jugar al póker.

Tengo un perro
pequeño,
indecentemente mínimo, imposible, escaso
que alimento con mis sombras.


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