martes, 28 de junio de 2011

HOMBRE QUE HUYE

                                                                 

Manhatan es el puerto donde encallan los fugitivos. Llegan a miles en galeones y carabelas, en las páginas ambarinas que se escriben con el pensamiento, entre los grilletes de las bodegas o a brazo partido. Son tulipanes o navajas, biblias o escorbuto; son botellas a la deriva con mensajes que solo entienden los náufragos; son bancos de medusas hipnotizadas por el cielo amarillo traidor de Manhatan.


Yo huyo en su misma marea, con la agotadora certeza de que mi disfraz será descubierto: la mujer que me regaló su cuerpo se volvió loca al pisar el vacío; el viejo a quien robé el alma yacía moribundo antes de procrearme; el indio iroquí que me vende su nombre está demasiado borracho para pronunciarlo. El fugitivo imposible soy yo.

El mismo cielo amarillo que me delata, me esconde. Manhatan es la isla con forma de botella; entre sus paredes de agua soy el mensaje cifrado de los camaleones. Recorro sus colinas a grandes zancadas, sudoroso, inagotable, como ya recorrí las de Roma y las montañas de hielo del inhóspito Walhalla. La esperanza es una soga más tortuosa que la horca. No hay salida cuando el cazador y la presa son el mismo hombre.


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