Feliz 2011.
Comenzamos año, seguro que con un montón de propósitos y de proyectos por escribir. Algunos se quedarán por el camino: otros pasarán a formar parte de ese universo literario en el que todos, al escribir, nos sumergimos, y del que todos bebemos. Por eso comienzo este año compartiendo un poema en el que hablo, precisamente, de todo lo que mi forma de escribir (¿sólo de escribir?) debe a mis lecturas. ¿Qué escritores llenaron vuestras alforjas? ¿Somos conscientes de todos ellos, o algunos, menores o leídos de niños, quedan en nuestro inconsciente sin nombre ya? ¿Es esta la inmortalidad del escritor?
Que durante este 2011 que comienza no dejéis de llenar vuestras alforjas de buena literatura y de crear obras con las que llenar las de otros.
OTROS LLENARON MIS ALFORJAS
Para este viaje de palabras
otros llenaron mis alforjas:
El desafío mudo y vertical de aquel ciprés
que asaetea el cielo.
El brazo incorrupto con el que no podré escribir
sin antes haber muerto.
Veinte años vividos en tierra de Castilla
que soñé y no conozco.
Un rostro de niña que se aferra a mi ventana
por faltar a su entierro.
El sabor a terrón agrio de la yunta hundida
en mi propia miseria.
La alegría que una vez sentí temblar en mis manos,
aunque la crecida nos llegue al borde de la boca.
Silencio que no es ausencia si la condenan mis ojos.
Golondrinas circulares de un amor que consume.
Verde viento que mece la tan verde, verde rama.
Y la paz de saber que siempre,
si regresase vencida
me quedaría Ítaca.
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