El pasado día 6 se presentó en Santiago de Compostela el nuevo poemario de Juan Besada, “La piel encendida”, editado por Cuadernos del Laberinto.
Después de la intensa voz social de su “Para no sufrir amnesia”, esa voz se vuelve ahora íntima, con la misma intensidad, capacidad de emocionar al lector y personalidad poética.
El poemario consta de 14 poemas y una
“addenda”, que son en realidad un único poema, un largo y detallado recorrido
por el cuerpo amado, paso a paso del nacimiento del deseo hasta su culminación,
momento a momento del encuentro entre dos pieles encendidas por ese deseo que
es como una madeja que se desovilla lentamente, sin prisas porque “hay mucho tiempo para ser feliz”. Cada
poema explora una faceta y va ensayando con distintas métricas para adaptarse a
lo que busca transmitir. La piel se convierte en un paisaje por el que no solo
caminamos, sino que podemos ver, oler y tocar.
Juan Besada y Manuel Quintans |
Maravillosa la capacidad de Juan Besada para
conseguir esto, y para hacerlo con ese equilibrio entre lo lírico y lo concreto
y para imaginar y transmitir tantas maneras de desovillar el deseo en “La piel
encendida”. Relatar el viaje a través de la pasión, con la meticulosidad de
quien intenta guardar lo efímero para que viva, al menos, en el recuerdo.
En palabras del propio poeta:
“Me encanta pensar en La piel
encendida como un viaje místico en el que el protagonista es el deseo
empeñándose en memorizar cada instante y cada elemento del paisaje que recorre
persiguiendo la fuente que lo alimenta. Y no es mi deseo particular este
protagonista, el mío personal y único, sino el que, por decirlo con palabras de Elena Orive en el
prólogo, “es el motor de casi todas las historias en Literatura, el motor de
nuestras vidas”.
Y aquí os dejo con una pequeña selección de
versos, para abrir boca…
I
Ovillo mi deseo
lo coloco en tu vientre
justo en ese lunar bajo el ombligo
y comienza la hora de la desdevana:
al principio con aparente pereza
pues se desovilla muy despacio el deseo
deslizándose por la piel
rozando apenas los contornos de tanta geografía
entre los árboles de la selva ignota
recorriendo los costados
dibujando la cintura
extendiéndose por el valle que descubre
para iniciar
ya descansado
la ascensión de la primera cumbre rosada
y busca el sendero
y se detiene
y se sienta
y mira
y quiere comerse todos los olores
y es entonces cuando juega el hilo a devanarse
de nuevo
y retrocede
teme no haber reparado lo bastante en algún matiz
del aire
en una vibración concreta del aire
que al tropezar con la piel
iba tejiendo una música
que antes no existía
y acerca el oído
y descansa de nuevo
hay mucho tiempo
para ser feliz
IV
Resbalando por la miel
encendida
de tu cuerpo
mi deseo se estremece
tiembla y se ovilla
quiere apretarse
para tomar impulso
respira
alcanza el hombro
se sienta
sabe esperar
siempre hay tiempo
observa los pormenores
para seguir añadiendo
elementos a su memoria
y otea
en el horizonte
la ceja
de donde viene
se desliza
retrocede
vuelve a esperar
no se decide
divisa el cuello
calcula la distancia
se voltea y atisba
en lontananza
el ojo de un poro abierto
del ojo asciende una duna
diminuta
y en la duna hay una garza
de plata
un su güello resplandece
cuando el otro es el que guiña
y se decide por fin
comienza a desovillarse
se desliza a ras de piel
llega hasta el ojo
alcanza el médano
husmea
trepa
y al coronar la duna
huele otro ojo
y desciende
y al llegar a la abertura
se detiene otra vez
para cubrirla despacio
con la yema de su dedo
y es entonces
cuando de duna en duna
comienza
esta danza suprema
de mi deseo en tu piel
VII
Para
poder guardar el claroscuro
adentro
del arcón de su memoria
el
que traza la luz con el follaje
de
la rama del tilo que da sombra
a
tu mano a tu brazo y a tu codo
mientras
la brisa esparce los aromas
y
recorre tu piel acariciándola
y
el abrazo del aire con las hojas
se
dispone en la entrada de su oído
mi
deseo se ovilla y es por eso
porque
quiere alcanzar tus humedales
sin dejar el
sendero en el olvido