Tengo un sistema para conseguir cuanto deseo:
un golpe de lujuria por la espalda.
Soy clandestina, pienso mientras voy
mano, tormenta, pecho, vientre abajo.
Tu bestia sueña
la fantasía no es ciega, sabe,
gime palabras que suenan a arena removida en los
charcos.
Cualquier fuego es ardiente en la memoria.
Quiero comer en tu boca,
naufragar una y otra vez
entre tu amígdala y mi lengua.
La saliva espera dentro de los labios
une y amordaza tu cuello, tus ingles, tu simetría.
Cúbreme como animal;
puedo sentir tus tallos en mi cuello
escurrido por el trote de las crines.
Ya llega el temporal de los sentidos,
las serpientes del desasosiego,
el faro abre un surco en medio del agua mansa
me curva la espalda, me arrodilla.
Pero el mar son espasmos de medusa
engendro del quejido que cruje el aire
gime, ensucia la hoja, mancha,
me repite a cada rato que estoy viva.
Y callan las chicharras un instante
la existencia de algo tan vivo que pueda morir.
Recién importados de los días de escuela
todos los rostros me parecen iguales:
enanos, gigantes, medianos;
también el que ha creído en la libertad de los recreos
donde la soledad apenas cabe;
que sostienen el mundo un instante
Si ya no eres valiente
apuéstate la caja de galletas:
lo demás es incierto
trofeo de guerra, de caza, de familia.
Ha pasado la eternidad desde que purgué los caminos
con las historias que atraviesan las aduanas y las
despedidas
tocando fondo, pero no habitándolo,
para enterrar, como la vaca,
medio cuerpo
el mismo que nos crece cada día.
Ahora todo es nuevo, todo es joven,
no reconozco cuevas, olas ni olvidos.
Mi hogar es la hierba y el suelo,
ni cedro ni ébano ni palosanto.
Raspo mi corazón en la corteza desprendiéndome las
piedras del bolsillo,
no fueran un atajo hacia la luz.
Solo los locos comprenden la cordura de los vivos,
ahora sé que la vida era eso:
después de haber aniquilado la luz el tiempo el último
cartucho
abrir las puertas que no existen y dejar entrar el sol
en tu casa de transparencia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario