lunes, 25 de marzo de 2013

POEMAS PUBLICADOS EN AL REVISTA "DE PASO"


En el número 6 de la revista "De paso" están incluidos unos poemas centones, construidos cual collage con versos del grupo poético "Taller de creación literaria" entre los que me encuentro.
























Tengo un sistema para conseguir cuanto deseo:

un golpe de lujuria por la espalda.

Soy clandestina, pienso mientras voy

mano, tormenta, pecho, vientre abajo.

Tu bestia sueña

con todos los excesos que he heredado,

la fantasía no es ciega, sabe,

gime palabras que suenan a arena removida en los charcos.

Cualquier fuego es ardiente en la memoria.

Quiero comer en tu boca,

naufragar una y otra vez

entre tu amígdala y mi lengua.

La saliva espera dentro de los labios

une y amordaza tu cuello, tus ingles, tu simetría.

Cúbreme como animal;

puedo sentir tus tallos en mi cuello

escurrido por el trote de las crines.

Ya llega el temporal de los sentidos,

las serpientes del desasosiego,

el faro abre un surco en medio del agua mansa

me curva la espalda, me arrodilla.

Pero el mar son espasmos de medusa

engendro del quejido que cruje el aire

gime, ensucia la hoja, mancha,

me repite a cada rato que estoy viva.

Y callan las chicharras un instante

la existencia de algo tan vivo que pueda morir.




Recién importados de los días de escuela

todos los rostros me parecen iguales:

enanos, gigantes, medianos;

también el que ha creído en la libertad de los recreos

donde la soledad apenas cabe;

los vivos con los muertos. Facciones

que sostienen el mundo un instante

Si ya no eres valiente

apuéstate la caja de galletas:

lo demás es incierto

trofeo de guerra, de caza, de familia.

Ha pasado la eternidad desde que purgué los caminos

con las historias que atraviesan las aduanas y las despedidas

tocando fondo, pero no habitándolo,

para enterrar, como la vaca, medio cuerpo

el mismo que nos crece cada día.


Ahora todo es nuevo, todo es joven,

no reconozco cuevas, olas ni olvidos.

Mi hogar es la hierba y el suelo,

ni cedro ni ébano ni palosanto.

Raspo mi corazón en la corteza desprendiéndome las piedras del bolsillo,

no fueran un atajo hacia la luz.

Solo los locos comprenden la cordura de los vivos,

ahora sé que la vida era eso:

después de haber aniquilado la luz el tiempo el último cartucho

abrir las puertas que no existen y dejar entrar el sol

en tu casa de transparencia.

 

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