lunes, 12 de septiembre de 2011

CERTAMEN DE TOMELLOSO


Vamos dejando partir al verano, a las últimas mañanas sin despertador, a las últimas tardes de cervecita y mar, también a las últimas fiestas. Y yo he tenido el placer de despedir esas fiestas acompañando a Pilar Merino a recoger sus dos premios (el local de poesía y el local de relato) del Certamen Ciudad de Tomelloso.
Ceremonia de entrega de premios
Tomelloso es uno de esos pueblos, ya raros, donde la cultura es una fiesta "de tiros largos", de la que sus ciudadanos se sienten orgullosos. Disfrutar de ese ambiente, y conocer las calles donde se desarrollaban las aventuras del Plinio de García Pavón, el investigador más hispano (del que seguro os hablo otro día) es doble fiesta.
Pilar Merino y Loren Fernández


Noches disfrutadas en Tomelloso,  y ese siempre agradable conocer otra gente que sigue empeñada en escribir, en pintar, en crear... a pesar de la que está cayendo. Muchas y estupendas fueron las obras premiadas, y por no reproducirlas aquí todas, os traigo, como muestra, la poesía premiada en la modalidad local; después de todo, yo he estado muy cerca de Pilar Merino mientras se gestaba esa obra y se que, a pesar de sus problemas de salud, seguirá esforzándose en contarnos más cosas, más emociones, más vivencias, más espejos de esos en los que nos reconocemos intensamente humanos.





DESENCUENTRO



No fue por guarecerme de la lluvia
ni del dolor. Mis pasos de autómata
me arrastran al lugar de las ruinosas
cópulas, de tristes turbias ternuras
una y otra vez.
Mi soledad es torpe y extranjera;
la llave de la quince diecisiete
es la misma. Y la albina mujer
de ojos ciegos que jamás se sorprenden,
que limpia las toallas y la sangre,
que cuenta las monedas y las horas,
que descifra mi huída por los largos
corredores. La fría habitación
huele a sudor y dentelladas:
otros cuerpos se amaron en penumbra
hace un segundo para siempre.
Acaricia las sábanas mi pálida
desnudez solitaria sin excusas.
Mis dedos son los dedos de las sombras,
todas sus extensiones. Dócilmente
me penetran, me fluyen, me abandono,
me pierdo. Marco el número.
Tu teléfono suena al otro lado
de la pared
anónimo.
Pienso en la mujer albina. Barrerá
mis sesos. Venderá todas mis lágrimas.
Vaciará mi maleta en sus rodillas.
Es justo.
Ella es mi única heredera.


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