Este
verano las bolsas de playa iban
reventonas, con cincuenta sombras de Grey, o alguno de sus plus, dentro. No
hablo hoy de estas novelas por sus interés literario, más que discutible (mejor
dicho: literariamente es indiscutiblemente aburrido y plano), sino por lo que
ha tenido de fenómeno social. Parece que legiones de mujeres de todas las edades, y aún más las maduras,
sienten un resurgir sexual, una curiosidad erótica y se enteran de “cosas que
no sabían ni que existían”. Bienvenido sea todo descubrimiento, todo
aprendizaje, toda ruptura de tabús, lo
que nos haga seres más abiertos, más capaces de dar placer y de recibirlo.
Pero (¿es que
tengo que ponerle un pero a todo?) me pregunto si la historia de “Cincuenta
sombras…” no tiene un trasfondo de cuento de hadas demasiado evidente.
¿Asombrosa mezcla Sade-Disney? De asombrosa, nada. A poco que miremos un kiosko
de prensa encontraremos docenas de novelas románticas con portadas, títulos y
contenidos capaces de humedecer cualquier recoveco. Eso sí: condesas y piratas, ejecutivas exitosas y macizos presidentes de multinacional. Nada de carteros y porteras, de oficinistas y maestras. Nada de gente
corriente, oiga usted, faltaría más.
Así las cosas,
nos encontramos en “Cincuenta sombras…” una novela que pretende ser rompedora,
subversiva, descarada…, y se queda en el voy-a-hacer-como-si-lo-fuese.
Cierto, describe “perversiones” sexuales; sin embargo, esas “perversiones” (más
bien lights, realmente) son aceptadas por la protagonista porque está
enamorada. Es una bellísima doncella a quien un bellísimo multimillonario
sumerge en laberintos de deseos prohibidos, acabando por enamorarse de ella. La
bella y pura redime así al malo-malote, que es un destino irresistible para una
mujer, donde los haya.
¿Sadomasoquismo?…
venga, vale: pero solo si es por amor, que de lo que vamos es de redentoras, no
de viciosas.
¿Deseo
irresistible? Solo si eres joven y guapa, y si el otro lo es, y si es un
seductor irresistible que te baña en champán, te lleva a la manicura en
limousina y te ata a la pata de la cama con cadenas de oro y Swarosky.
¿Llegar al
culmen del placer? Eso, para los que no tienen las preocupaciones de la gente
corriente, los niños en el cuarto de al lado, la ropa por tender, pensar en llegar a final de mes, ni en
zurzirse los corpiños viejos.
En resumen:
estupendo, si este libro y sus secuelas, que ya van siendo tantas como las de
“Amanecer” (a quien daremos leña otro día) sirven para reactivar la curiosidad
erótica y la práctica; esta sociedad estresada y en crisis necesita relajarse,
jugar y darse una alegría (que, por cierto, encontrando la persona adecuada, es
una actividad de ocio y salud bien barata). Pero no nos dejemos impresionar por
el envoltorio de tópicos:
El placer no es patrimonio de los ricos; todos
tenemos un cuerpo y una mente capaces de llevarnos a cualquier cima.
No está
reservado a los guapos: todos hemos sentido alguna vez que el ser a quien
amamos es el más bello del mundo… aunque los espejos no opinasen lo mismo.
No
es algo reservado a los jóvenes: mucha
gente encuentra una explosión sexual en su vida que nunca esperaron pasados los
cuarenta, pasados los cincuenta, los sesenta… en cualquier momento, mientras
que uno siga dispuesto a continuar viviendo, descubriendo, sintiendo, rebasando
límites, aprendiendo.
Utilicemos
estas novelas para explorar, jugar, imaginar, dar motivo a los arrebatos más
locos, sorprender al otro. Nunca dejemos que nos coloquen en el papel de
simples espectadores. Convirtámonos en los protagonistas de nuestra propia
novela erótica.
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