GENEALOGÍA DE LOS CUCHILLOS
Tengo que matar a mi padre
antes de la medianoche.
Llegaré descalza,
las cadenas levantadas entre las manos,
para que su crujir no le prevenga
(en mi familia dormimos siempre
con los ojos abiertos).
Llegaré armada de llantos viejos, piedras del rayo, palabras
calcinadas
y cuchillos,
temblando vidriosa como las fieras.
Mas, si despertara,
si, acaso, a las doce menos un minuto,
él abriera los ojos y me llamara: ¡hija!
y me pidiera en penitencia
la palabra el llanto la piedra
los cuchillos.
Si solo por un minuto aplazase su muerte
le acunaría como al niño que cenaba mendrugos de amor duro,
cuando había;
el niño que perdió entre dos guerras
la palabra la piedra el llanto
y el cuchillo
con el que su hija ha de matarle a medianoche.
OFELIA MIDE LA LONGITUD DEL TIEMPO
De cuatro a siete me cae encima esta tristeza grande de los
hombros
De cuatro a siete no salgo de casa.
Con puntualidad de sanatorio,
evito el móvil callado, la puerta oscura, el “no disponible”.
De cuatro a siete me quedo al borde de la nevera
buscando chocolate puro
o que el frío congele mi conciencia.
Después
consumada la certeza del silencio,
es el tiempo tan largo,
tan cansado de arrastrar el mundo,
que me tengo que inventar
poemas, pecados, orgullos, dramas ajenos,
para no morir como un perro
de siete a cuatro.
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