Hay personajes que parecen más reales que sus propios autores. Por ejemplo, ni siquiera sabemos sí Homero realmente existió. Y aunque muchos hagan sesudos estudios al respecto, poco nos importa al fin. Lo que de verdad cuenta es que él, o un colega suyo, ha creado uno de los personajes más famosos, vivos y modernos de la Historia de la Literatura: ULISES.
¿Moderno? ¿Cómo se puede decir tal barbaridad, si su historia tiene más de tres mil años, y se escribió hace veinticinco siglos ?
Porque Ulises tiene la primera característica que necesita un personaje vivo: HUMANIDAD, cercaníaa nosotros. Aunque nos separen de él tantos siglos, podemos ponernos en su piel con facilidad. Y eso
que, a simple vista, parece que tenemos poco en común con él. Aproximadamente la mitad de las
personas que nos encontramos en este blog no somos hombres, seguramente ninguno es griego, y
espero que nadie haya visto un gigante con un ojo en la frente.
Sin embargo podemos comprenderle, porque nos creemos sus motivos y acciones, porque le vemos
reaccionar como a un ser humano, y porque no es un personaje de cartón, un héroe perfecto, sino una
persona con contradicciones, con virtudes y defectos, como cualquiera de nosotros.
Por ejemplo, sabemos que es bravo en la batalla y a la hora de enfrentarse a los problemas. Pero en ocasiones le acomete el miedo, y no lo oculta. Ya en la Iliada nos muestra ese sentimiento tan humano, cuando dice:
“¡Ay de mi! ¿Qué me ocurrirá? Muy malo es huir temiendo a la muchedumbre, pero peor aún es que me cojan”
Si sabemos que, unos versos antes, uno de sus compañeros ha salido a la batalla diciendo que, ya que es mortal, prefiere morir joven, pero gloriosamente, que de viejo, vemos el contraste tan grande entre otros héroes y Ulises.
En segundo lugar (y atención, porque es otro de los ingredientes del personaje vivo), vemos en la Odisea que, como a cualquier ser vivo, le cambian los años y la experiencia vivida ¡No puede uno vivir una Odisea y quedarse como si tal cosa!
No son iguales el Ulises que sale victorioso de Troya y se burla del dios Poseidón, que el Ulises que llega a la isla de la ninfa Calipso, ya casi al final de su viaje. Digamos que se le han bajado un poco los humos. Ha aprendido que lo que no se puede conseguir por la fuerza ni con astucia se consigue quizás con perseverancia. Cuando la ninfa Calipso se enamora de él y le retiene en su isla ¡siete años!, Ulises no se resigna a vivir en aquel lugar, aunque parezca el paraíso, pero tampoco se pone a maldecir a los dioses, como habría hecho antes, ni se convierte en un amargado, como haría quizás otro héroe más inflexible.
Ulises disfruta de todos los placeres de la isla, y por las noches se da un revolconcito con Calipso. Ahora, eso sí, por la mañana, cada mañana durante siete años, subirá a lo más alto de la isla a llorar (¡porque Ulises llora!), mirando el mar, en dirección a Itaca. Es como si dijera a Calipso y a los otros dioses: “que quede claro que no estoy aquí por mi gusto, que yo sigo empeñado en volver a Itaca”. Hasta que los dioses le dejan libre para volver a Itaca... ¡Siete años oyendo llorar a Ulises deben de ser muchos años, hasta para los dioses!
Este amor a la vida y esta capacidad para adaptarse a todo son parte de la personalidad de Ulises. Y es que Homero nos ha mostrado estupendamente la personalidad de Ulises.
Vemos, por ejemplo, que su principal valor no es la fuerza, sino la inteligencia (lo cual le hace también más moderno, más atractivo para nosotros). Es astuto, tanto para ser prudente, dar consejos y tener buenas ocurrencias (como la del caballo de Troya), como para engañar a sus enemigos si se da el caso.
Procura dominar sus impulsos, porque sabe que en las situaciones desesperadas puede ser más útil un buen plan que una espada. Así nos dice, en la Odisea, cuando están atrapados en la cueva del cíclope y éste comienza a merendarse a los compañeros de Ulises:
“Al momento me di yo a pensar en mi espíritu altivo en llegarme, sacar del costado la aguda cuchilla y clavarla en su cuerpo entre el pecho y el hígado, luego de palpar con la mano; otro impulso detuvome entonces, pues hubiéramos muerto nosotros también sin remedio, incapaces de alzar con los brazos la piedra terrible que él dejaba en la gran abertura cerrando la cueva”.
No hay problema. Confiamos en Ulises. El va a tramar un buen plan para dejar ciego al cíclope y escapar con sus amigos.
Recapitulando, hemos visto que Ulises nos parece tan vivo porque se comporta como un ser humano: tiene motivos claros, contradicciones, cambia a lo largo de su vida, y tiene una personalidad propia.
Y eso que Homero sólo disponía de palabras para definirle: porque, si pensáis en ello un poco, os daréis cuenta de que sólo conocemos a Ulises a través de lo que hace y dice: por ejemplo, a través de lo que piensa en una batalla, de lo que hace o no hace con Calipso, de lo que dice, calla o miente al cíclope, vamos descubriendo que tiene una forma de actuar, una visión del mundo y rasgos psicológicos propios. En resumen, una personalidad, que es el tercer ingrediente para cocinar un personaje con vida.