lunes, 23 de enero de 2012

NO LLEVARE PIEDRA MAS GRANDE

¿En cuantas ocasiones no intentamos abarcar demasiado? ¿En cuantas ocasiones no nos sentimos obligados (por la sociedad, por lo que se espera de nosotros, por compasión, por culpa, por demostrarnos algo) a cargar con piedras que nos ahogan? De eso va este poema.




He renunciado a llevar piedra más grande
de la que cabe en mi mano.
No volveré a conmoverme
por el coral que abandonan las mareas,
ni por el canto que me amó en una playa africana,
ni por la tiza que marcaba líneas hacia el cielo
sobre la punta de mis zapatos de escuela.

El camino es inseguro
y aún así
he renunciado a llevar piedra más grande
de la que cabe en mi mano.
No buscaré el resumen del Universo
en la caliza perforada de siglos
ni me dejaré engañar por la insistencia mineral del musgo
ni arrancaré el mármol de aquellas tumbas
que una vez me cobijaron.

He de fijar mis ladrillos uno a uno
con la humilde grava del silencio:
el agua cercena los pies de las torres,
el asfalto disfraza sus abismos,
y en la cima de los rascacielos se anuncian
gigantes de feldespato y mica.
Aun así
no llevaré piedra más grande
de la que cabe en mi mano.