¿Cómo va ese verano? ¿literariamente productivo o vacacionalmente desparramado? Ambas cosas vienen bien. Así que, para cerrar el curso (que no las ganas de escribir) os traigo este poema, especialmente dedicado a mis compañeros poetas, a una noche de fiesta fin de curso; a esas extrañas y sorprendentes noches de verano en las que se viven tantas cosas y se cruza uno con tantas historias. Mantened los ojos abiertos: tal vez de ahí surgan imágenes o narraciones con las que alimentemos el fuego en el largo invierno.
NOCHE DE VERANO
Comulguemos los dones de la voz y la tierra
sangre de los tres reinos
la cruz del peregrino
el bisonte polaco
la espumosa tregua del estío
lazos de blanco viento
ideas que cambian de camisa entallando sílabas
abanicos que levantan el vuelo de poemas inconclusos
la impudicia escarpada de tus pezones
el enjambre de rimas que circunda
tu pródigo perfil con nombre de reloj francés.
Devoremos la noche
que nos secuestra por las tiras de las sandalias
descerraja pitilleras y vacía armarios
eres una diosa griega envuelta en algas marinas
y yo la lechuza de ojos sin párpados
dejadme una tregua mínima
para descifrar las líneas de los adoquines con mi nuca jardín de hierbas africanas
si las sirenas te arrancan de este mar noctámbulo
te rescataremos mañana
esta noche
una pupila amarilla de cejas vegetales nos observa
huiremos a la sombra de las farolas
donde los muchachos de rizos blondos descorchan tus poemas
y los beben en cráteras de encarnado filo.
Bebamos la sal de los bares
el rito del escocés que licua las razones
el girar de la botella tiránica que ordena la danza de las lenguas y la fraternidad de los cuerpos
nos mostramos las marcas estelares nos reconocemos
niños que navegaron astronaves de cartón piedra
que emigraron a la noche con el disfraz de siglo
para no morir a los treinta
satisfechos y circulares como peces de granja.
Consumemos el secreto
hasta que se cierren los hangares nocturnos
y las caderas se derritan etílicas y sincópicas
porque han cerrado el Sol y sus iniciados
barren del sótano pringosos restos de cristal y desmemoria
antes que el día nos ciegue.
Compartamos heridas
que el alcohol ha esterilizado a tiempo
que finjimos enterrar entre los versos y las horas
repartámoslas generosas y salvajes
la Gran Vía es un río que se derrama en la arena de Tarifa
no recuerdo dónde puse mis piernas metálicas
cómo regresaré
en el viento Levante hundo mis pies innecesarios.
Hemos comulgados tantas vidas
como arenas tiene la noche.