viernes, 29 de octubre de 2010

HOMENAJE A LA MUJER DE MIGUEL HERNANDEZ

En estos días en que rendimos tantos homenajes de admiración y recuerdo a Miguel Hernández, quisiera extender esa admiración y recuerdo a Josefina, la mujer del poeta, la viuda, la garante de su memoria.

Josefina Manresa
LA MUJER DEL POETA

El poeta amasa en su celda verdades como panes y versos como himnos, para engañar el hambre de libertad y de justicia. También el otro. El hambre le va sorbiendo la carne, la enfermedad le niega el aire, las rejas cercenan su horizonte. Mas no está solo.
Es su mujer quien le preserva, tan lejanos, los paisajes de su ternura entre las humillaciones. Josefina es la casa con olor a naranjos que nunca está vacía, la cama cálida y blanda donde reposar los huesos y la pluma, el refugio que siempre aguarda. Es la esperanza.
Josefina es la mirada para la que escribe, y es el vientre en el que descansa la cabeza cuando las luces se apagan y se ensombrecen los versos, pero a cambio es posible retornar a la imposible pasión de sus brazos.
Josefina es la leche tan sólo nutrida de cebollas que cría a su niño. Los ojos que cosen y se acabarán cegando para alimentar a los huérfanos hermanos, al casi huérfano hijo, a su esposo huérfano de humanidad y amparo.
Josefina son esos labios finos de mujer valiente que el besa entre delirios, con un estremecimiento que da sentido a la última fiebre.
Muere el poeta, pero Josefina es el camino a través del cuál seguirá recorriendo la vida.

Josefina y Miguel

Josefina pudo también morir muchas veces. De miseria, de odio, de calentura, o de esa pena que estalla gris y deja sin fuerzas para levantar un pie detrás del otro hacia otra idéntica tristeza. Pero Josefina vivió, porque su cuerpo ya era también Miguel: la mujer en cuya carne quedaron sus surcos, el oído que grabó su voz y sus silencios, los ojos que le retuvieron, las manos que guardaron sus poemas para cuando pasara el tiempo del hambre y de las sombras: verdad para la justicia, himnos para la libertad.
Josefina, tesorera de los males y de los bienes del poeta, relegó el resentimiento, el desprecio, la venganza, la amargura. Pero conservó intacta la memoria.

miércoles, 20 de octubre de 2010

POEMA DE AMOR PARA ANDAR POR CASA

Quererte
en los lunes de cansancio áspero
que nos sierran los pies como trampas.

Quererte
en madrugadas de hospital e insomnio,
apiretal, biberón con grumos, legañas.

Quererte
y quemar el inventario de reproches viejos
para amarnos en posturas inventadas.

Quererte
Cuando vas a lo tuyo y cuando estoy en lo mío.
con tu torpeza de mago y mi seriedad de payasa.

Quererte
Pies fríos que se encuentran y desvelan
justo a tiempo de conjurar bajo las sábanas
el miedo a la muerte.

Para Paco

miércoles, 13 de octubre de 2010

LA MUY TRISTE VIDA DE PEPE PAMPLINAS

Hace unos días celebramos en el madrileño local "Diablos Azules" la presentación del libro de editorial Fuentetaja "Manos a la obra", en el que se han publicado poemas de varios alumnos y antiguos alumnos de los talleres Fuentetaja, entre los que tengo el placer de contarme. Luego vino un interesante y variado recital poético, donde leímos los autores. Para la ocasión yo preferí, en lugar de leer mi poema incluido en dicha recopilación, hacer algo más "participativo", recitando uno de los poemas infantiles que he escrito últimamente y solicitando la colaboración del público, cuya grabación os adjunto. 
"La muy triste vida de Pepe Pamplinas" es la historia de un ser negativo y caprichoso, que espero divierta también a los adultos, ya que todos tenemos en alguna ocasión un Pepe Pamplinas interior, una vocecilla lastimera que pretende amargarnos la existencia: ojalá sepamos siempre desenmascararle y reírnos de su "pamplinas".

domingo, 3 de octubre de 2010

¿POR QUÉ LEER A LOS CLASICOS?

DESCUBRIENDO "ROJO Y NEGRO", DE STENDHAL

¿Eres de los que deshechas la lectura de los clásicos, con el prejuicio que será un plomazo, de lenguaje y temas muy lejanos a tu mundo real? Pues te estás cerrando la puerta a muchas agradables sorpresas. Yo procuro leer, por lo menos, una de esas obras inmortales en verano, segura de que novelas que siguen dando que hablar, editándose y leyéndose después de cien años o más, tienen algo que decirme y enseñarme, como escritora y simplemente como ser humano. En esta ocasión elegí “Rojo y negro”, de Stendhal, y me he llevado una de esas agradables sorpresas que te cuento, pues me enganché con su lectura como si se tratara de un best-seller o de una policíaca. ¿Qué resaltaría de “Rojo y negro”?: su sentido del humor; su ironía caústica para con la sociedad; las sucesión inesperada de intrigas amorosas; y esos personajes tan reales, con sus luces y sus sombras, sus tragedias presentadas de tal modo que a veces nos hacen reír y sus triunfos a veces tan miserables que nos hacen reflexionar tristemente sobre la condición humana.
¿Te han dicho alguna vez que, para que la novela sea atractiva, debes presentar un personaje “agradable”, “positivo”, con quien el lector pueda identificarse? Pues Stendhal desecha ese supuesto para inventarse a Julian Sorel, un joven capaz de herir a las personas que más le quieren y apoyan, con tal de escalar en la vida, un inmaduro con baja autoestima que nunca acaba de saber lo que quiere. Tal vez no nos identifiquemos con él, pero seguimos sus aventuras  con interés hasta el final, a veces insultándole, compadeciéndole otras:
“La señora Renal se encerró después en su dormitorio. La dicha robó el sueño a sus ojos. Julian, por el contrario, durmió como un plomo. Al día siguiente despertó a las cinco y, en honor a la verdad, diremos lo que seguramente había sido para la señora Renal, si alguien se lo hubiese dicho, una puñalada: el ingrato apenas le dedicó un pensamiento. Sin embargo, mientras se dirigía al comedor, se dijo con tono ligero: -Debo decir a esa mujer que la amo”.
No menos curiosos son el resto de los personajes, que representan todos los vicios y absurdos de la sociedad de su época (no tan distinta a la nuestra).  Julian ha luchado y atropellado por entrar en esa “buena sociedad”, que acaba sabiendo tan falsa como aburrida:
Julian hallaba en la manera de ser de la mariscala un modelo casi acabado de esa calma patricia que respira corrección y finura de modales y es inaccesible a las emociones vivas. Una muestra de sensibilidad habría sido a sus ojos algo parecido a una embriaguez moral, que no puede menos de avergonzar a toda persona celosa de su dignidad.
Julian se encontraba más alegre, mejor dicho, menos triste que de ordinario. De tal suerte se animó, que la mariscala concluyó por no comprender lo que decía. Esta circunstancia, a los ojos de la mariscala, era un mérito.”

Sthendal, además, nos presenta una historia romántica, encendidas y entrelazadas pasiones, pero de una forma, en ocasiones, tan deliberamente exagerada que nos hace reírnos de las situaciones Y presentando unos personajes tan capaces de morir por amor como de cambiar de sentimientos en minutos.
El entusiasmo de la señorita de la Mole rayaba en lo inverosímil, su alegría era delirante. Ni podía pensar en otra cosa que en la dicha de haberse visto en peligro de morir a manos de Julian.
-¿Cuántas almas de los jóvenes de la alta sociedad habría necesidad de soldar para obtener semejante impulso de pasión? Preciso es confesar que estaba arrebatador cuando se subió sobre la silla para volver a colocar la espada en su puesto. En realidad, no fui tan loca como parece cuando le amé y me entregué a él. Aunque mi amor hacia ese pobre muchacho duró bien poco… total, los minutos que le vi subir por la escalera, cargado de pistolas y puñales, y a lo sumo, hasta las ocho de aquella mañana…”
Tampoco se priva Stendhal de interrumpir su narración para manifestar las complicaciones del autor, ese difícil equilibrio entre reflejar la realidad y ser políticamente incorrecto, entre crear una obra de calidad y  gustar a la “mayoría”:
No olviden nuestros lectores que las novelas son espejos que pasean por la vida pública, que tan pronto reflejan el purísimo azul de cielo, como el cieno de los lodazales de la calle. Y si así es, ¿os atreveréis a acusar de inmoral al hombre que lleva el espejo en su canasto?”
“Ahora que suponemos a todos convencidos de que el carácter de Matilde es imposible en nuestro siglo, tan prudente como virtuoso, no es tan grande nuestro temor de incurrir en el desagrado de nuestros benévolos lectores, si continuamos la historia de las locuras de aquella encantadora joven”.
“La política es algo así como una piedra de molino atada al cuello de la literatura, que la sumerge y ahoga en menos de seis meses. Una página política ofenderá a la mitad de los lectores y matará de aburrimiento a la otra mitad. El autor hubiese querido estampar a continuación una página entera de puntos, pero se opuso fieramente el editor, alegando que una página entera de puntos tiene muy poca gracia, y que la poca gracia es la muerte de las obras tan frívolas como la presente”
Si tengo que añadir alguna crítica negativa, decir que, en comparación con el resto, encuentro el final exagerado y moralista: ¿Es una concesión de Stendhal a los gustos del público y a lo políticamente correcto, o un nuevo guiño de ironía? Tal vez sólo pretende salvar a su personaje, hacernos creer que se convertido, finalmente, en el tipo maduro y generoso, digno del amor de quienes le amaron y de la comprensión de quienes le leímos. Después de todo, Stendhal es su padre: literario, pero padre al fin y al cabo.